LOS HOMBRES CALLADOS
Cartagena, Diciembre de 2019. Base Naval de La Algameca.
El sonido es sordo.
Apagado. Apenas un eco breve después de la detonación. Tras él, todo vuelve a
quedar en silencio. Los edificios, las embarcaciones, los vehículos, todo
parece estar detenido en una pausa tensa pero equilibrada. Como si aquí la
disciplina y la solemnidad lo invadiera todo, dándole un lugar y un cometido a
todas las cosas.
Un profundo olor a sal
inunda mis fosas nasales. Es un olor casi tan profundo como el silencio después
del disparo.
Se escucha una segunda
detonación. Una gaviota, encaramada sobre una embarcación que descansa sobre un
remolque, picotea furiosa la goma negra de esta. Hace calor. Ojeo mi teléfono
móvil en busca del parte meteorológico matinal. 15 grados. Yo diría que son
bastantes más.
Una tercera detonación
me saca de mis pensamientos. La gaviota alza el vuelo, supongo que aburrida de
sus obstinados intentos de llevarse algún trozo de plástico vulcanizado del que
está fabricada la embarcación. Alguien debería explicarle al bicho que esas
embarcaciones estaban hace unas semanas en el océano indico, esquivando balas
desde los esquifes de los piratas somalíes. Hace falta algo mas que un pico
para hacerles un agujero.
Cuarta detonación .
Consulto el reloj. Las once horas y dieciséis minutos. Fijo la vista sobre la
pequeña cuesta que sube paralela a uno de los macizos rocosos sobre los que está
construida la Base Naval de La Algameca, en Cartagena. Inicio su ascenso a
ritmo pausado. La hora del encuentro ha sido convenida a las once horas treinta
minutos, ni antes ni después, y ante estos hombres la puntualidad es una norma
inquebrantable.
No deja de
sorprenderme lo impoluto que está el suelo que piso. Ni colillas, ni papeles,
ni envoltorios, ni siquiera un triste chicle. Hasta las piedras que bordean el
pequeño camino que se dirige hacia la galería de tiro parecen estar ordenadas
escrupulosa y metódicamente. Oigo el breve crujido de la arena bajo las suelas
de mis zapatillas deportivas, y al mirarlas me pregunto si no debería haber
elegido otro atuendo, mas acorde con el lugar en el que estoy. Quizá unos
zapatos. O unas botas. Tras pocos segundos de meditarlo, sonrío para mis
adentros y me digo a mí mismo:
-Oye chico, tranquilo.
Nadie va a pasarte revista. Estos hombres no te van a juzgar por tus zapatillas
deportivas.
Esta vez oigo la
quinta detonación mucho mas cerca. Apenas a unos cincuenta metros. Ahora suena
mas corpórea, y perdura mas en el ambiente. Una sexta. Una séptima. Una octava
casi seguidas, con apenas un segundo entre cada una de ellas.
Y entonces, se vuelve
a hacer el silencio.
Llego a la galería de
tiro, con una puntualidad exacta. La aguja del minutero marca el numero
treinta. Un rotulo sobre una pared me recuerda que estoy en un recinto donde se
utiliza munición real, y punto por punto enumera los protocolos a seguir. Una
abertura al final de la pared para acceder al recinto hace las veces de puerta
de acceso.
Se escucha tras la
pared una conversación tranquila y pausada. Una carcajada amigable, nada
estridente. Termino de recorrer los últimos metros y llego.
Y ahí están. Con su
inconfundible uniforme negro, se giran al unisonó para observar al tipo que
acaba de aparecer por la puerta. Miradas frías, templadas en las mil y una. El
respeto que imponen casi puede palparse en el aire. Ahora entiendo eso que
dicen de ellos; de que el valor es un patrimonio del cual no presumen, y que
son hombres de por si callados, silenciosos. Son una viva imagen de aquel dicho
castrense; Se parco en palabras, que sean tus actos los que hablen de ti mismo.
Acierto para devolverles de forma respetuosa la mirada a todos ellos, y añado:
-Buenos días. Soy
José. Vengo para hacerles el reportaje.
ORIGEN
Cádiz. Diciembre de 2019. Tercio de Armada.
El joven oficial se
encuentra de espaldas al objetivo de la cámara. Está flanqueado por varios
hombres, que observan tranquilamente lo que acontece en el muelle. Delante de
ellos, se adivina la figura de un vetusto submarino clase Balao, el famoso
¨ese-treinta-y único¨; una transferencia de la Armada de los Estados Unidos a
España, que supuso toda una revolución en el arma submarina nacional.
En la fotografía se
puede apreciar la actitud tranquila de los hombres. Algunos, con los brazos en
jarras. Otros, con los pulgares en los bolsillos. De entre todos ellos destaca
uno, en cuyo perfil se aprecia un gesto amistoso hacia el hombre que lo
acompaña a su izquierda; entre una confidencia y una broma, una sonrisa se
perfila en su rostro.
El hombre que sonríe
era, por aquel entonces, un joven capitán de infantería de marina llamado Julio
Yáñez Golf. Y los soldados que lo flanqueaban eran los miembros de la
recientemente creada Unidad de Operaciones Especiales, por sus siglas UOE, y
conocida cariñosamente entre sus miembros como ¨La Unidad¨.
LA UNIDAD
La Unidad de
Operaciones Especiales vino al mundo un dos de septiembre de 1966 – aunque,
oficialmente, aparezca en la mayoría de las efemérides con una fecha posterior,
1968- de la mente de aquel joven capitán de la fotografía, Julio Yáñez Golf.
El concepto de
unidades de operaciones especiales españolas modernas va unido intrínsecamente
a este nombre.
En aquellos tiempos,
donde se vivía una escalada bélica mundial que no hacía presagiar nada bueno
(tensiones entre las dos superpotencias, USA y URSS, como la crisis de los
misiles cubanos, acaecida apenas cuatro años antes) las metodologías de combate
cambiaban de la noche al día. La tecnología militar era la punta de lanza de
una industria militar que desarrollaba cada vez equipos mas potentes y
destructivos; los gastos en defensa nacional se convertían en una prioridad
para todos los países occidentales, y como siempre las miras terminaban en los
estadounidenses, que se convertían, de forma directa o indirecta, en el objetivo
a seguir.
Los americanos se
habían enfrascado en un lodazal llamado Vietnam, en el cual estaban sudando
literalmente sangre, y es allí donde desarrollaron los conceptos modernos de unidades de operaciones especiales, y basados en el SAS británico, una unidad de referencia en cuanto a adiestramiento, preparación y ejecución de misiones; estos grupos
operativos formados por cuatro o cinco hombres, entrenados metódicamente en la guerra de
guerrillas, cada uno de ellos adiestrados en especialidades como medicina de combate, comunicaciones o demoliciones, hacían gala de una determinación y destrezas muy por encima del resto de
fuerzas regulares de infantería que operaban en el teatro asiático.
Para diferenciarse del
resto de soldados, los militares pertenecientes a estas unidades portaban una
boina verde, a modo de distinción. Era una prenda muy codiciada, pues esos
soldados gozaban de lo último del material bélico que llegaba, y llevar la
boina en la cabeza se convertía en un símbolo de estatus, por otra parte, muy
merecido.
Los españoles veníamos
de una larga tradición guerrillera. Aunque mucho más anárquicos y
desorganizados que nuestros amigos del otro lado del atlántico, la historia nos
daba la razón en nuestra forma de hacer la guerra ¨a la española¨; pequeñas
unidades muy móviles, que se aprovechaban del conocimiento de la orografía para
emboscar a los enemigos. En eso estaría de acuerdo el bueno de Napoleón, que
sufrió en sus propias carnes el hostigamiento continuo al que estuvo sometido
su ejercito imperial por parte de aquellos desarrapados hispanos que habían
osado levantarle la voz en su intención de llegar hasta Portugal y quedarse con
toda Europa.
Cortes de sus
suministros, sabotajes en sus líneas de abastecimiento, asesinatos selectivos
de oficiales, envenenamiento de los pozos y acequias, degollamientos mientras dormían…
los franceses pagaron un peaje de 180´000 soldados muertos en la guerra de la
independencia española, en un precedente que sirvió para establecer el primer
manual de ¨guerra asimétrica¨, algo a lo cual los franceses no estaban en
absoluto acostumbrados. Sencillamente, los galos acabaron literalmente
desquiciados al no tener un enemigo claro contra el que batirse.
Y en eso de
desquiciar, los españoles tenemos un máster.
Así que el joven
capitán Yáñez Golf vislumbró la oportunidad de unificar el concepto guerrillero
español con las nuevas metodologías que llegaban desde los Estados Unidos, por
aquel entonces abierto a que occidente (sobre todo Europa, muro de contención
de los soviets) aprendiera metodologías de guerra moderna. El capitán Golf,
haciendo gala de una capacidad visionaria, solicitó la creación de una unidad
de operaciones especiales paralela a la infantería de marina, de la cual se
nutriría de voluntarios, y donde podría unificar los antiguos conocimientos de
las técnicas y tácticas guerrilleras españolas con los nuevos métodos de guerra
moderna.
Había nacido una
leyenda. Había nacido La Unidad.
Cartagena. Diciembre de 2019.
-De Cádiz, echo de
menos el pescaito frito y los atardeceres en La Caleta.
Con cierto aire de
ensoñamiento, este veterano de la Unidad de Operaciones Especiales y ahora
miembro de su sucesora, Fuerza de Guerra Naval especial o FGNE, juguetea con
la copa que tiene en la mano.
Habla de forma
tranquila, pausada. Viste una camisa de color azul y unos jeans bastante
desgastados. A simple vista, podría parecer un parroquiano más de esta ciudad,
Cartagena, que anda tomando una clara con un amigo en una tarde cualquiera de noviembre. Pero ante un buen observador, le podria delatar el reloj; un Luminox
Navy mas negro que la boca de un lobo. O, tal vez, que se ha sentado mirando la
puerta, cuando podría haber elegido cualquier otra silla. Incluso su forma de
repasar el local en el que nos hemos citado para conversar en una charla Off
The Record; una rápida ojeada de escaneo de todo el local. Deformación
profesional, terminara refiriéndome cuando venza esa desconfianza natural de la
que hacen gala todos los operadores de FGNE.
-El cambio de Cádiz a
Cartagena no fue nada fácil. La Unidad estaba muy integrada allí. Teníamos a
los chicos del TEAR a mano (TEAR: acrónimo de Tercio de Armada, la fuerza
expedicionaria de combate de la Infantería de Marina). Además, estaba la
cuestión de como iban a conseguir solapar dos unidades tan parecidas, pero al
mismo tiempo tan diferentes como eran la UOE y la UEBC (Unidad Especial de
Buceadores de Combate). No teníamos nada en contra de esos chicos, los UEBC. Es
más, pasábamos por sus procesos de entrenamiento cuando los operadores de
nuestra unidad tenían que capacitarse como buceador elemental y buceador de
combate. Pero no eran boinas verdes. –
Aprovecha para tomar
un trago y meditar lo siguiente que quiere decirme. Con ademan tranquilo,
deposita la copa en la mesa y se acomoda en la silla.
-Corría el rumor desde
hacia un tiempo de que íbamos a ser reubicados. Pero utilizando el argot
militar, ¨radio macuto¨ acertaba una de cada tres noticias que emitía. Así que
no prestábamos mucha atención a aquellos rumores. Pensábamos que nunca
sucedería. Llevábamos casi cuarenta años allí, en la base de San Fernando.
¿Quién se iba a creer que nos iban a disolver? Pero así fue.
Se queda callado y
guarda silencio. Cerca de la cuarentena, este cabo primero lleva 14 años de
servicio a sus espaldas. Atesora sendas hernias discales y una operación de menisco.
Se ha roto dos dedos, y ha sufrido innumerables contusiones, torceduras y
quemaduras en el cumplimiento del deber. Y todo en el mas absoluto silencio,
sin una sola queja. La abnegación de la que hacen gala estos hombres es poco
común.
-La noticia nos llegó
en 2009, a mediados de aquel año. La orden era clara; la UOE se disolvía y se
trasladaría a Cartagena, donde quedaría destinada permanentemente en la base
naval de La Algameca. Allí sería fusionada con la Unidad de Buceadores de
Combate, y pasaría a llamarse Fuerza de Guerra Naval Especial. Al principio fue
un shock. Muchos no lo creíamos. No dábamos crédito. Pensábamos que como podía
suceder algo así. Teníamos allí nuestras vidas. Casas. Parejas. Hijos en el
colegio. Hipotecas, perros, y el copón bendito. Aquello era algo a lo que la
Unidad jamás se había enfrentado. Sacarla de Cádiz, arrebatarle su nombre, fusionar
en nuestros mismos estoles ( Estol: unidad de tipo compañía, bautizada con ese
nombre en honor a las partidas de reconocimiento de las tropas almogávares,
antiguos soldados de fortuna hispánicos que pusieron en serios aprietos incluso
al mismísimo imperio bizantino) a todos aquellos desconocidos. Y, para rematar
la faena, otorgarles la boina verde sin haber pasado por la capacitación.
Aquí es cuando se
detiene, vuelve a tomar la copa entre sus manos, y medita sus próximas
palabras. Percibo en él cierto sentimiento de dolor.
-Para nosotros, la
boina lo significa todo. Supongo que es difícil hacérselo entender a alguien
ajeno a este mundo nuestro. Pero es mucho mas que un simple trozo de tela verde
sobre la cabeza. Simboliza, primero, el sufrimiento de haber ¨sobrevivido¨ a la
capacitación. Quien no ha pasado por ese infierno, no sabe de lo que hablo. Son
tres meses de sueño, fatiga extrema, jornadas de 18 horas, interrupciones del
sueño, agua fría, lluvia, barro… además, la boina es la pertenencia a algo
mucho más grande que nuestra propia individualidad. Nos recuerda cada día que
somos parte de algo que nos trasciende. Los egos y los individualismos no
significan nada en una unidad como FGNE. Todos somos parte de una maquinaria
de precisión en constante evolución. Todas las partes de la cadena que nos une
son igual de importantes. Y la boina es el eslabón que mantiene unida a esa
cadena. –
-Así que surgieron
voces criticas dentro de la UOE. Algo que, por otra parte, fue absolutamente
normal. La gente es reticente a experimentar cambios. Mucho mas si estos vienen
acompañados de trasformaciones tan profundas como un cambio de destino, o ser
bautizados de nuevo como unidad, solaparnos con los buceadores de combate,
quienes no habían realizado el curso de capacitación para la obtención de la
boina verde…unos comienzos duros. Con lo cual, nadie obligó a nadie a ese
cambio de Cádiz a Cartagena. Quien quiso, pudo mantener su destino en Cádiz.
Fuera de las operaciones especiales, obviamente. Integrados en algún batallón
de desembarco, o en la URECON, un proyecto que se gestó para aglutinar aquellos
miembros que atesoraban un conocimiento y experiencia preciadísimo sobre OE´s
(acrónimo de operaciones especiales), y que fueron encuadrados en una Unidad de
Reconocimiento (URECON).
-Fueron comienzos
difíciles. Pero prosperamos. Dejamos a un lado las posibles rencillas causadas
por el tema de la boina, la nueva ubicación, los cambios en las siglas de la
unidad, y empezamos desde cero. Y el resultado, creo, ha sido bueno. Hemos
ganado en medios y en adiestramiento. Cada vez estamos mas demandados;
contraterrorismo, inteligencia, asistencia militar a fuerzas armadas
extranjeras, rescate de rehenes…la guerra sigue siendo un asunto incomodo para
los políticos. Dices guerra, y tus sondeos de opinión te dejan por los suelos.
Así que hacen falta chicos como nosotros; callados, silenciosos, que no llamen
la atención…pero que realicen su trabajo de forma quirúrgica, con la precisión
de un cirujano, Sin fallos. Sin daños colaterales. Sin agradecimientos
públicos. Nos pagan por servir a nuestro país y no cometer errores mientras lo
hacemos. De forma serena y audaz. (Sonríe).
Levanta la mano, y le
hace un gesto cómplice al camarero, que vuela al momento con la nota de lo que
hemos tomado. Hago el amago de sacar la cartera, pero apoya su mano sobre mi
antebrazo, con fuerza, y hace una ligera negación con la cabeza.
-Invito yo-, me dice.
Salimos del local. La
tarde es fresca. Cartagena es una ciudad hermosa. Rebelde, por antonomasia.
Pero leal. Me doy cuenta de que se parece un poco al carácter de estos hombres.
Nos despedimos en la
entrada del bar, no sin antes estrecharnos la mano. Han pasado casi dos horas
de conversación que a mi particularmente se me han hecho cortas, muy cortas.
Aun así, me puedo sentir un afortunado.
Al alejarnos el uno
del otro, y cuando he recorrido apenas unos diez metros, oigo su voz llamarme
con un escueto mensaje:
-José, habla con los
veteranos. Merecen ser escuchados
MEMORIA
Sevilla. Diciembre de 2019.
Sevilla. Diciembre de 2019.
Manuel sonríe, mientras me
enseña la fotografía de un bebe, apenas con unos días de vida, con semblante
lleno de orgullo.
-Es mi nieto. Acaba de venir
al mundo anteayer. Se llama Manuel. Algún día, espero, será un boina verde como
su abuelo.
Estoy en Sevilla. Son las
seis de la tarde, y desde la terraza observo una parte de la catedral de Sevilla,
que se yergue a las espaldas de este antiguo miembro de la UOE; a sus setenta y
tantos, ostenta el honorifico titulo de ser el más veterano de los miembros de
la Asociación de Veteranos de la unidad de operaciones especiales.
Me llama la atención su vitalidad,
y el brillo en los ojos de quien ama su pasado, el cual mira ahora con un
orgullo reconocido por los años y las experiencias.
La asociación de veteranos
es una entidad sin ánimo de lucro que aglutina a antiguos miembros que han
servido en esta unidad de operaciones especiales. Una vez al año se organiza un
evento a nivel nacional, donde miembros llegados de todas las partes de la geografía
española se reúnen para celebrar su paso por La Unidad; durante tres días se
realizan actividades al aire libre, exposiciones fotográficas y encuentros
entre operadores en activo de Fuerza de Guerra Naval Especial y antiguos boinas
verdes.
Resulta paradójico que, en
estos tiempos donde lo viejo se reemplaza por algo nuevo sin mucha dilación ni
tramite moral, la actual FGNE siga reconociendo el valor de la memoria y de sus
veteranos, dándoles un espacio en ella.
Manuel me cuenta sus anécdotas
con la emoción de un adolescente; me narra la dureza de aquellos tiempos, la década
de los setenta, donde la evidente falta de material militar era suplida por
grandes dosis de ingenio y abnegación. Un tiempo convulso, determinado por el
repliegue de unidades militares del Sahara español, el fallecimiento de
Francisco Franco, la virulencia de los atentados de ETA y la transición española.
Todos estos factores incidieron, sin ningún lugar a dudas, en las vidas y los
cometidos de aquella pequeña unidad de operaciones especiales de la que formaba
parte Manuel.
-La gente habla de historia,
pero la historia es caprichosa, José. A nosotros, los españoles, nos encanta
reescribirla una y otra vez. A veces, demasiadas dirían muchos, la utilizamos
para fines injustos.
Escucho atentamente a Manuel,
acento sevillano, ademanes de caballero; manos con un ligero temblor, pero voz
y mirada firme.
-Pero la historia de nuestra
unidad se mantiene muy viva. Y es justa, porque solo hace honor a la verdad. Solo
podemos narrar cosas acerca de ella aquellos que la hemos vivido, y que continuamos
viviéndola, aunque sea acaso en el recuerdo de algunas gestas. En ocasiones,
cuando miro a mi alrededor, y veo a muchos de los chicos y chicas que viven en
mi barrio, los noto perdidos. A sus vidas les falta propósito, significado. Con
esto no estoy diciendo que los males de este país se curen instaurando el
servicio militar obligatorio o poniéndole una boina verde en la cabeza a todos
los chicos y chicas de mi barrio (sonríe y me guiña un ojo, cómplice y simpático
como solo un sevillano sabe ser) pero, probablemente, muchos de esos chicos tendrían
mas oportunidades si tomaran la determinación de buscar un significado a su
vida.
-La unidad me enseño los
valores del compañerismo, de la amistad, y del trabajo bien hecho. Todas las
partes del engranaje eran importantes. Todos los detalles ayudaban a clarificar
el objetivo de nuestros cometidos. Nos pedían ser los mejores, pero lo hacían porque
nos habían enseñado a ser los mejores, y podían hacerlo. Uno a uno éramos fuertes;
pero como unidad éramos indivisible, irrompible. Eso era lo que nos hacía
especiales; sacrificábamos nuestra individualidad por el bienestar del grupo, y
esto nos convertía en individuos valiosísimos en términos individuales. Puede resultar
contradictorio, pero es así. Mira, te he traído algo.
Manuel saca una bolsa de tela
con sumo cuidado; extrae de ella una boina verde, gastada, con una insignia la
cual adivino fue dorada hace décadas, y que ahora tiene un tono mas apagado,
pero no por ello menos hermoso. La deposita con respeto y veneración sobre la
mesa, y la contempla durante un instante.
-He tenido momentos de una
tremenda dicha durante mi vida. He sido un hombre afortunado. He gozado de salud,
y he tenido una hermosa hija que me colma de felicidad y que me ha dado un
nieto precioso. Y no es que esta boina me diera todo eso, pero si me dio la
capacidad de valorar todo esto que te he contado. La vida es fugaz, pero al
mismo tiempo es un regalo precioso. Aprovecharla forma parte de la elección de
cada uno.
Manuel recoge su boina, y
con aire ceremonial la dobla cuidadosamente y la introduce en una bolsa de tela,
con un bordado donde se pueden ver dos fusiles y un ancla, el emblema de la infantería
de marina española. Con pulso tembloroso cierra cuidadosamente la bolsa,
tirando para ello de unos cordones dorados. El amor y el respeto que siente por
ese pedazo de tela me conmueve.
Me pregunto si no seria este
mundo un lugar infinitamente mejor si todos pudiéramos sentirnos igual de
orgullosos de nuestro paso por el mismo como lo hace Manuel, y muchos de los veteranos que forman parte de esa asociación.
Levanto la mano para pedir
la cuenta, pero otra vez mi entrevistado me aferra el antebrazo (con asombrosa fuerza
y esta vez sin temblor alguno) para decirme sin palabras que estoy invitado.
Decía Eliphas Leví;
Cuando conocí la historia de Evelyne, hace ya algunos años, me sorprendió que no hubiera adquirido tintes de acontecimiento social. Recuerdo algún vago titular; un lead breve. Algunos medios de comunicación recogieron la noticia en sus páginas finales, y alguna que otra alusión en los telediarios de sobremesa aunque sin mucho bombo ni platillo-
Ahora, en el pasillo de esta casa, situada en un barrio de clase media de San Fernando, Cádiz, y a escasos metros del Tercio de Armada, la fuerza expedicionaria de Infantería de Marina, me encuentro plantado frente al recorte enmarcado de esa noticia, presidiendo la entrada de la misma. en la fotografía, a todo color, se aprecia un esquife, un destartalado barco con su tripulación sentada sobre los baos, las tablas que cruzan transversalmente la embarcación. En la fotografía se aprecian las figuras de varios de ellos, cubiertos con sudaderas de deporte y la vista puesta al frente de la embarcación.
Era un 10 de septiembre de 2011, y los tipos de las sudaderas eran piratas. Y no precisamente de la tripulación de algún simpático Jack Sparrow; eran los mismos que hacia escasamente 24 horas habían ejecutado al ciudadano francés Christian Colombo y secuestrado a su esposa Evelyne a punta de Kalashnikov. En aguas del océano indico y en plena operación Atalanta, unidades anfibias de mas de 30 naciones ejercían de policía marítima en unas aguas infestada de tiburones y de mafias dedicadas al secuestro de barcos y tripulantes de los mismos,
Aquel 10 de septiembre, dos embarcaciones con operadores de FGNE y personal de La Armada iban a realizar un rescate mas propio de una superproducción hollywoodiense que de la sucia y destartalada realidad que se vive en todas las guerras. Si tuviera que escribir un guion sobre lo sucedido, este encajaría mas con una teleserie de Netflix. Intento imaginarme el escenario de lo que allí sucedió, mientras ojeo el recorte de periódico enmarcado en la pared;
Dos embarcaciones con comandos de FGNE y personal de La Armada a la caza de unos piratas que acaban de ejecutar a un ciudadano francés y secuestrado a su esposa.
Sea lo que sea lo que
aprenden estos hombres en su paso por la unidad, les acompaña durante toda su
vida como un aura.
El agua es de color negro,
como boca de lobo. Y su temperatura esta, casi con absoluta certeza, por debajo
de los 12 grados, lo que las convierte en aguas frías. Aun así, el grupo de
seis hombres que tengo delante van equipados con un neopreno de apenas cinco
milímetros de grosor. Seco, en la embarcación y a medio metro del agua, como yo
me encuentro, puedo sentir un frio húmedo que me cala hasta los huesos, y eso
que voy equipado con una chaqueta táctica Arcteryx. Prefiero no pensar en las
sensaciones térmicas que habrán vivido estos hombres durante las últimas tres
horas, sumergidos en estas aguas.
Son las dos y media de la
mañana, y estamos entrando en la Base Naval de La Algameca a bordo de una
embarcación semirrígida igual de negra que las aguas que nos rodean. He sido
afortunado testigo de un ejercicio típico de esta unidad; un simulacro de
inserción y extracción en territorio ¨sensible¨ para recopilar información y
sabotear unas torres de comunicaciones. El ejercicio ha sido un éxito total, y
aun así no veo una sola felicitación o muestra de alegría. Con una puntualidad
de relojero suizo, un comando de seis miembros de Fuerza de Guerra Naval
Especial se introdujo en unas instalaciones de una potencia extranjera para
fotografiar materiales, edificios y personal para después proceder al sabotaje
de las comunicaciones de la base. Llegaron buceando, equipados con unos equipos
de buceo de circuito cerrado, también llamados ¨rebreather¨, y cargados con
dieciséis kilos de equipo encima. Ni un tintineo o sonido los ha delatado.
Introduciéndose en la base enemiga por la bocana de un pequeño puerto, han
recorrido casi 800 metros bajo los pilares que sostienen una parte de la
estructura del propio puerto, para minimizar a máximo las posibilidades de ser
descubiertos. Sin margen para el error; ochocientos metros de oscuridad
absoluta, total, y sin salida hacia la superficie en caso de fallo de sus
equipos de respiración. Guiados por un GPS, dos miembros del comando son los
encargados de abrir el camino al resto. Ambos llevan dos aparatos de
navegación, y el resto de comandos van equipados con brújulas. Han memorizado
todos los detalles del ejercicio; tiempos, misión, posibles amenazas. Aunque,
como me refiere uno de los operadores rompiendo el silencio del ronroneo casi
imperceptible del fuera borda de la embarcación:
-Aquí, casi todo se hace de
noche. La oscuridad es un elemento que juega a nuestro favor. Entras, haces el
trabajo y sales. Si bien es cierto que los acontecimientos casi nunca se
desarrollan como querríamos. Hay una infinita relación de variantes; cuanto
personal de vigilancia tendrán las instalaciones, si abran patrullas caninas o
detectores sísmicos en el terreno…improvisar también forma parte de nuestro
trabajo, pero es una improvisación metódica, entrenada, y no al azar. Adaptarse
forma parte de nuestra naturaleza.
Me cuentan que, como mínimo,
se realizan de uno a dos ejercicios nocturnos semanales. Entra en la nómina, me
susurran entre risas. Una nomina que apenas llega a los 1300 euros, y que exige
una dedicación completa y absoluta. Aquí, los complementos de nocturnidad y
peligrosidad deberían ser estratosféricos.
Llegamos a la base.
Atracando en el muelle habilitado para las embarcaciones que llegan de realizar
los ejercicios, ahora si percibo una cierta relajación en el ambiente. Los hombres
descargan materiales y equipos. Uno de ellos, Daniel, conserva aún encima todo
su material de combate; un subfusil MP5 con supresor de sonido, un sistema de
buceo de circuito cerrado Aqualung Amphora, unas gafas de visión nocturna NVG, múltiples
cargadores y granadas…bajo la luz de una farola que ilumina la fría madrugada
de Cartagena, su aspecto se asemeja más a un leviatán que a un ser humano, un auténtico
demonio bíblico surgido de las profundidades del mar.
Tenemos suerte de tener a
estos demonios en nuestro bando, pienso mientras toco tierra y comienzo a
entrar en calor.
SER CAPAZ
Cartagena. Diciembre de 2019. Base Naval de La Algameca.
Cartagena. Diciembre de 2019. Base Naval de La Algameca.
-Puedes acercarte a ellos,
pero no puedes dirigirles la palabra. Es una norma inquebrantable.
Quien se dirige a mi es un
suboficial de FGNE; de forma concisa y educada, pero sin dejar lugar a ninguna
duda. Asiento con la cabeza mientras fotografío la escena; un grupo de soldados
con los ojos tapados, sentados en una formación paralela unos con otros, todos
ellos con aspecto de estar exhaustos. El suboficial, que continua a mi lado, se
gira hacia los infantes de marina y comienza a explicarme sin quitarles el ojo
de encima;
-Llevan sin dormir unas treinta
horas, aproximadamente. ¿Sabes por que tienen los ojos tapados? Para que se acostumbren
al estrés bajo condiciones estresantes; para que se habitúen a él, y sepan
manejarse donde otra persona se bloquearía. El éxito es una cuestión de disciplina,
rigor y perseverancia. Los operadores de esta unidad tienen que desarrollar su
trabajo en multitud de escenarios posibles; y, por lo general, los malos no
suelen ponerte las cosas fáciles. Así que nosotros tampoco se las ponemos fáciles
a los aspirantes que quieren entrar en FGNE.
El ejercicio en concreto que
han llevado a cabo emula el montaje y desmontaje de un arma en condiciones de
nula visibilidad. Ensamblan una y otra vez un arma corta o larga, de forma mecánica,
como autómatas. Eso sí; con los ojos tapados y con la inestimable ¨ayuda¨ de alguno
de los cabos primero que forman parte del equipo que lleva a cabo la selección de
los aspirantes a boina verde.
Esto es Capacitación, el
curso de selección mas intenso y duro que se realiza en todo el ámbito de las fuerzas
armadas españolas para tropa y marinería. Doce semanas de endurecimiento físico
y psicológico, con marchas de 50 kilómetros cargando 25 kilos de material
encima; innumerables horas en el agua, bogando o aleteando; practicas de
descenso en rappel o fast rope, saltos desde helicópteros o embarcaciones; orientación,
balística, tiro instintivo o de combate y de precisión, fase SERE ( Supervivencia, Evasión, Resistencia
y Escape, donde se realiza un simulacro de captura a manos del enemigo)y todo ello
en jornadas de 18 horas, con un escaso número de horas para dormir ( una media
de tres a cinco diarias), y donde el meridiano del curso lo marca la semana del
Soy Capaz que, a imagen y semejanza de la famosa Hell´s Week del curso BUDS de
los SEAL´s estadounidenses, viene a ser lo mas parecido a vivir el infierno en
la tierra. Una semana donde los aspirantes no duermen, y viven 120 horas seguidas en una
maratón de pruebas, a cuál más dura, donde el descanso es eliminado del programa.
Echando mano de la estadística,
hay una tasa de abandono del 60%; o lo que es lo mismo, cada diez aspirantes,
terminan cuatro. Eso, con suerte. Ha habido cursos donde todos los aspirantes
fueron bajas.
-No es una cuestión meramente
física- (me comenta el sargento primero); -es también una cuestión psicológica;y afirmaria que esa parte, la mental, es casi mas importante que la fisica. Puedes llegar en un estado de forma excelente, y pedir la baja a los tres días de
curso, y puedes encontrarte con aspirantes que, sin ser atletas de elite, aguantan
hasta el final. El componente que diferencia a unos de otros no es ponderable;
es una cuestión de voluntad y de determinación, y de que el cuerpo aguante,
obviamente. Aunque nosotros, los instructores, sentimos un profundo respeto por
los chicos que se presentan; todos y cada uno de ellos vienen aquí voluntarios
sabiendo los sacrificios y riesgos que pueden correrse, como lesiones de
diversa consideración. Y aun así, se presentan. Esto, de por si, ya los hace
diferentes a los demás. No mejores, pero si diferentes.
Justo en ese momento, uno de
los aspirantes levanta la mano. Calculo que tendrá unos veinte años; se le nota
extenuado. El suboficial me dice que espere mientras se acerca al chico, y este
le murmulla algo. El sargento primero se agacha ante él, le dirige unas
palabras y, en un afectuoso gesto, toca su hombro. Se levanta y regresa donde
me encuentro, mientras el chico continúa sentado allí, en la misma posición.
- ¿Qué le ha dicho? Le interpelo
al oficial; al fin y al cabo, soy periodista, y mi curiosidad es demasiado
grande para no intentar, al menos, saber que le ha dicho. El suboficial me
mira, y sonríe de forma cómplice, mientras me dice.
-Me ha dicho que, si flaquea, no le deje pedir la baja.
¿Y usted que le ha
respondido, Sargento Primero?
El suboficial permanece
callado unos instantes, me mira, y me contesta;
-Que, si tuvo el valor para
reunir el coraje de comenzar, estoy seguro que tendrá el coraje de llegar hasta
el final para poder decir Fui Capaz.
NUNCA QUISIMOS SER HÉROES
Cádiz. Diciembre de 2019. Tercio de Armada.
Decía Eliphas Leví;
No hay héroe en la soledad; los actos sublimes están determinados siempre por el entusiasmo de muchos.
Cuando conocí la historia de Evelyne, hace ya algunos años, me sorprendió que no hubiera adquirido tintes de acontecimiento social. Recuerdo algún vago titular; un lead breve. Algunos medios de comunicación recogieron la noticia en sus páginas finales, y alguna que otra alusión en los telediarios de sobremesa aunque sin mucho bombo ni platillo-
Ahora, en el pasillo de esta casa, situada en un barrio de clase media de San Fernando, Cádiz, y a escasos metros del Tercio de Armada, la fuerza expedicionaria de Infantería de Marina, me encuentro plantado frente al recorte enmarcado de esa noticia, presidiendo la entrada de la misma. en la fotografía, a todo color, se aprecia un esquife, un destartalado barco con su tripulación sentada sobre los baos, las tablas que cruzan transversalmente la embarcación. En la fotografía se aprecian las figuras de varios de ellos, cubiertos con sudaderas de deporte y la vista puesta al frente de la embarcación.
Era un 10 de septiembre de 2011, y los tipos de las sudaderas eran piratas. Y no precisamente de la tripulación de algún simpático Jack Sparrow; eran los mismos que hacia escasamente 24 horas habían ejecutado al ciudadano francés Christian Colombo y secuestrado a su esposa Evelyne a punta de Kalashnikov. En aguas del océano indico y en plena operación Atalanta, unidades anfibias de mas de 30 naciones ejercían de policía marítima en unas aguas infestada de tiburones y de mafias dedicadas al secuestro de barcos y tripulantes de los mismos,
Aquel 10 de septiembre, dos embarcaciones con operadores de FGNE y personal de La Armada iban a realizar un rescate mas propio de una superproducción hollywoodiense que de la sucia y destartalada realidad que se vive en todas las guerras. Si tuviera que escribir un guion sobre lo sucedido, este encajaría mas con una teleserie de Netflix. Intento imaginarme el escenario de lo que allí sucedió, mientras ojeo el recorte de periódico enmarcado en la pared;
Dos embarcaciones con comandos de FGNE y personal de La Armada a la caza de unos piratas que acaban de ejecutar a un ciudadano francés y secuestrado a su esposa.
El tiempo como adversario; los piratas se dirigen a la costa y , una vez llegados allí, el destino de la ciudadana Evelyne es mas que comprometido.
Unas condiciones meteorológicas adversas; oleaje, viento, salpicaduras de agua y un intercambio de disparos.
Un helicóptero español Sea King que hace las veces de ángel de la guarda, y dos tiradores del mismo que agujerean el motor fuera borda de los malos.
El esquife que vuelca, los tripulantes del mismo que caen al agua, victima del secuestro incluida, y el capitán que encabeza la operación de rescate que salta al agua con 12 kilos de equipo y rescata a aquella mujer, que a sus 58 años acaba de ser testigo del asesinato de su marido y de su posterior rescate.13 hombres que regresan al buque de asalto anfibio Galicia, con 7 piratas detenidos. Tirando de hemeroteca, encuentro algunos artículos en internet, todos haciendo referencia a lo mismo; una operación brillante con una ejecución impecable, y unos artífices de la misma callados y humildes que hablan no de actos heroicos sino de deber cumplido. Es el silencio que caracteriza a estos hombres lo que mas habla de ellos.
En el hogar de uno de los miembros de aquel equipo, donde me encuentro ahora, plantado ante aquel recorte de periódico me pregunto cuantos de sus vecinos sabrán esta historia: Conociéndolo, dudo mucho que haya salido mas allá de su circulo mas intimo, y no habrá sido para vanagloriarse de su acción, más bien todo lo contrario; para quitarle hierro y repetir el mantra del que siempre hacen gala; fue solo nuestro deber. Pero no fue solo su deber.
En el día a día, estos hombres exceden con mucho su deber en sus cometidos profesionales; 200 días al año fuera de casa, jornadas de trabajo donde se sabe cuando se empieza, pero no cuando se termina; una nomina mileurista, unos riesgos laborales que no los cubriría una aseguradora en su sano juicio...y todo ello, siempre, bajo ese silencio que los caracteriza. Callados y parcos en palabras.
Me pregunto cuantos de los vecinos de esa barriada andaluza conocen la historia de este héroe; alguien que no dudo ni un segundo en cubrir con su cuerpo el cuerpo de Evelyne para evitar que fuera alcanzada por alguna bala caprichosa en caso de fuego cruzado entre aquellos piratas y el comando español. Actos de generosidad que hablan del carácter de unos hombres adiestrados para ser valientes y no dudar, aunque sin perder el miedo. Tal vez sea eso lo que define a un valiente de un loco; saber discernir entre la temeridad y la valentía, y ser siempre consecuentes con sus decisiones y sus actos. Al fin y al cabo, aquellos hombres que arriesgaron sus vidas sin dudarlo un instante lo hicieron para salvarle la vida a una total desconocida. Como decía Van Herder; ¨Es un noble héroe el que lucha por la patria, quien lucha por el bienestar de su país natal, pero es mas noble el que lucha por la humanidad¨.
Mi héroe anónimo se acerca por el pasillo silencioso como un gato mientras sigo observando aquel recorte de periódico enmarcado. Palmea mi espalda con gesto cariñoso, y me ofrece una cerveza fría como el levante gaditano que oigo soplar fuera, tras las ventanas, mientras me dice;
-Nunca quisimos ser héroes, solo boinas verdes.
En reconocimiento a la acción que salvó la vida a Evelyne Colombo y consiguió la captura de 7 de los nueve piratas, este reportaje esta dedicado al equipo formado por;
Capitán Rafael López de Anca (Comandante)
Cabo 1 Raúl Jiménez García (operador)
Cabo Christian Fernando Lozada Suarez (operador)
Soldado Diego Fernando Gallego Ortega (operador)
Soldado Miguel Moro Piñol (operador)
Cabo 1 Fernando del Monte Oliva ( patrón de la RHIB)
Cabo Alberto Sánchez Ríos (Artillero de la RHIB)
Embarcación de apoyo
Teniente Félix Rodríguez Alcántara
Cabo Guillermo Otero Dávila (operador)
Marinero Eduardo Da Silva Bohigas ( operador)
Marinero Javier Rosa Chicano (operador)
Cabo 1 Antonio Muñoz Ruíz ( patrón de la RHIB)
Tiradores, quienes inutilizaron el motor fuera borda del esquife a bordo del helicóptero SeaKing;
Sargento Eduardo Diéguez Iglesias (primer tirador)
Soldado Antonio Angulo Pacheco (Segundo tirador)
A los pilotos y tripulación de helicóptero,
Y a todos los miembros de Fuerza de Guerra Naval Especial, quienes me han enseñado una valiosa lección; desde el silencio también se dicen grandes cosas.
Barcelona, 20 de enero de 2020.